Queridos lectores:
Me llamo Miley, tengo nueve años, soy de color canela, tengo el pelo corto, soy Labrador Retrieber, y, ante todo, soy una perra guía. Llevo 7 años con mi usuaria (aunque yo prefiero llamarla mi mami humana) una persona ciega, a quien, en la medida de lo posible, le facilito la vida a la hora de ir por la calle, es decir, esquivo coches mal aparcados en los pasos de cebra, obras mal señalizadas, motos aparcadas encima de la acera y un largo etcétera de obstáculos con los que nos encontramos al caminar por la ciudad. Seguramente habrás coincidido con nosotras (o con algún otro compañero) alguna vez en algún bar tomando algo, en el autobús, en el cine o en el teatro. Es una de las ventajas de ser perro guía, existe una ley de ámbito nacional de libre acceso de las personas ciegas o deficientes visuales por las que podemos entrar con ellos a todas partes (en Catalunya es laLey 19/2009, de 26 de noviembre), bueno, a todas menos a tres: quirófanos, áreas restringidas para personal autorizado y la UCI; y lo más importante, lo hago gratis… ji ji!
Desde cachorro fui elegida entre mis hermanos de camada por mi carácter equilibrado para poder desarrollar esta función tan importante. Estuve seis meses en una escuela homologada por una Federación Internacional donde potenciaron todas mis habilidades y capacidades para que pudiera ser lo que soy hoy, y desarrollar mi función con excelencia. Pero no penseis que todo son ventajas y que por nuestra parte no tenemos obligaciones. Me someten a controles veterinarios semestrales para garantizar que mi salud es perfecta, estoy desparasitada interna y externamente, vacunada y llevo una póliza de seguro a terceros.
Muchas veces al ir por la calle o entrar en alguna tienda o restaurante oigo comentarios de admiración hacia mi trabajo y mi buen comportamiento. Para mi eso es un orgullo, ¿saben? Mi mami siempre me dice que soy la mejor, ¡ji ji! Y verla tan contenta conmigo me hace superarme día a día. Sin embargo, todavía nos encontramos con humanos que desconocen mi labor, la ley que me ampara, y desde esa ignorancia convierten una tarde de diversión en un mal rato para mi familia. Me pregunto si no debe de existir alguna entidad oficial relacionada con la hostelería y el turismo que informe de esto a propietarios y trabajadores, porque… saben, me siento mal cuando alguien me manda a sentarme en la terraza alegando que soy un perro y no puedo entrar, o alegando un tema de higiene alimentaria… si yo me limito a quedarme echada bajo la mesa y no me acerco a la cocina para nada… Como me ha pasado esta tarde en un restaurante céntrico de Terrassa, sí, uno que hay al principio de la calle Font Vella subiendo desde la Plaça Vella a mano derecha…
En fin, aunque quiero mucho a los humanos, después de tanto tiempo de convivencia sigo pensando que hay veces que no hay quien les entienda…!
Atentamente,
Miley
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