Bueno, pues siguiendo con el relato del viaje, hoy toca narrar las aventuras en Briones.
Como comenté el otro día, el viernes nos levantamos a las seis de la mañana. a las seis y media salimos camino a la estación de autobuses de Logroño. Llegamos en un plís! A las siete, más o menos, ya habíamos llegado. Compramos los billetes y aprovechamos el tiempo sobrante hasta las siete y media para desayunar. El trayecto en bús duraba una hora aproximadamente, así que como contábamos con perdernos hasta encontrar el museo de la cultura del vino Vivanco y pensábamos encontrar algún bareto para "redesayunar" pues la espera hasta las diez y media que empezaba la visita no se haría muy larrgo. Pues bien, al subir al autobús le preguntamos al conductor si sabía dónde quedaba más o menos el museo. El señor super dispuesto nos comentó que no tenía ni idea, pero que se iba a informar. En breve volvió y nos dijo: "queda algo retirado, pero no os preocupeis que os dejo en la puerta". Primera flipada del viaje. Sí, el conductor del autobús de línea que hacía la ruta Logroño Aro iba a desviarse de la ruta para dejarnos en la pppuerta del museo. Evidentemente, todas nuestras espectativas de perdernos y de volver a desayunar se vieron truncadas, así que llegamos al museo a las ocho y media. Dos horas esperando en la puerta iba a serrrr muy duro.... porque ese día el viento soplaba bien... y bastante fresquito. Como quien no quiere la cosa... nos acercamos a la puerta y el segurata la verdad que se enrolló y nos dejó entrar. Estaban limpiando el recinto, así que nos colocaron en un rinconcito y ahí estuvimos esperando... jugando a los chinos, comiendo chuches.... por lo menos no pasamos frío.
Por fin las diez. Y empezó la visita. Ésta consistía en varias partes: audiovisual sobre el proyecto Vivanco, recorrido por varias salas donde había maquinaria antigua que se utilizaba en la elaboración del vino, diferentes tipos de botellas y recipientes en los que se servía, colección de sacacorchos, vista panorámica de la bodega y cata. Fue muy interesante. Pero más interesante fue ver como estaba adaptado para las personas ciegas y deficientes visuales (muy bien, por cierto). Sin olvidarnos de las explicaciones y atenciones que tuvo con nosotros Montse, la guía.
Pues nada... la visita llegó a su fin, eso sí, sin dejar de visitar la tienda y comprar un par de botellas de un buen reserva. Así que la siguiente pregunta al personal del museo fue: "¿el restaurante los Calaos queda muy lejos? ¿Nos podéis llamar un par de taxis? Pero avisadles de que llevamos un perro-guía". Bueno... fueron pasando los minutos y como era de esperar todos los taxis estaban ocupados y el que quedaba libre misteriosamente era alérgico a los perros (espontáneo o no... no lo sabemos). Volvimos a preguntar que si el restaurante quedaba muy lejos con la intención de irnos andando. Pero.... las sorpresas fueron increscendo. Como no había taxis disponibles y el restaurante no quedaba lejos pero teníamos que cruzar una carretera... consideraron que la mejor opción era acercarnos en coche. Así que nada... el SR Director del museo y otro señor nos acompañaron hasta el restaurante. Y no solo eso, si no que nos enseñaron donde estaba la parada para coger el bus de vuelta a logroño.
La comida impresionante.... yo me quedo con el chuletón de 700 gramos.... ¡eso es media vaca! eso sí, estaba de muerte el resto de platos similares a los del día anterior: patatas a la riojana, caparrones, alcachofas con jamón o con almejas, cochinillo asado, chuletitas de cordero, chuletón... y los postres: sorvetes, helado de mandarina con chocolate caliente, mouse de yougur con helado de plátano....todo ideal para mantener una buena dieta... El precio también fue una sorpresa.... así que nada a la hora de irnos una de las camareras casi nos acompaña a la parada del bus.
Mientras venía o no, la verdad que pasamos un poco de frío, y por unos momentos se nos ocurrió que a lo mejor lo habíamos perdido... pero en cuestión de media horita salimos de dudas.
Una vez en Logroño otra vez, fuimos a nuestra "casa", descansamos y luego fuimos a cenar en plan bocatas con unos amigos de J.A. Tampoco nos quedamos hasta muy tarde, porque al día siguiente tocaba otra excursión con la diferencia de que antes de irnos lo teníamos que dejar todo recogido porque dejábamos la habitación. En esta ocasión nos dirigíamos a Laguardia.
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