El día 8 se presentaba largo. Antes de las doce de la mañana debíamos dejar el hotel, y hasta las 04 de la madrugada del día 9 no salía el tren de regreso a Barcelona. Esa mañana nos dimos un pelín más de margen, así que pusimos la hora de salida hacia la estación de autobuses a las 09 de la mañana para que nos diera tiempo a desayunar. Antes de salir, como no, lo dejamos todo recogido y las mochilas en la recepción. Pagamos y emprendimos nuestro periplo.
Laguardia es un pueblecito medieval perteneciente a Álava que dista unos 15km de Logroño. El trayecto en bus dura una media hora. Cuando llegamos allí nos encontramos con un verdadero pueblo medieval. Peatonal, de tan sólo dos calles principales: la Páganas y la mayor; con una iglesia y con un reloj que en las horas en punto amenizaba a los cientos de personas que por allí paseábamos con un pasaccalles tocado por campanas y con el baile saleroso de unos muñequitos. Rodeado por una muralla con 5 puertas de acceso originales (y otras tantas de posterior apertura). El motivo de que sea peatonal no es otro que el hecho de que, podríamos decir, que existe una Laguardia subter´ránea. Está llena de cuevas, antes pasadizos por los que las gentes en épocas de guerra conseguía uir. Las paredes de estas cuevas de cal y arcilla no soportarían el peso de los vehículos, imagino que quizás por ese motivo se decidió que fuese peatonal. Nos contó un señor encantador, Carlos San Pedro, propietario de una bodega que visitamos, la más grande del pueblo, que durante muchos años la parte subterránea no estaba delimitada. Fue a raíz de empezar con la vendimia y la producción de vino que para evitar robos e historias entre vecinos se decidió que lo mejor era que cada vecino tuviese la misma proporción de cueva que casa en la superficie; de ahí que se cerrara toda la red de pasadizos. Nos contó este señor que en las cuevas había un alto porcentaje de humedad y que la temperatura ambiente oscilaba siempre entre los 14 o 15 grados, por lo que se trataba de un lugar idóneo para que el vino fermentase y "durmiera". De hecho, la bodega estaba a rebosar de botellas y barricas, como es lógico. Y como no, tras la explicación de rigor, vino la cata del crianza del 2004. Aprendimos que el vino debe verterse siempre poco a poco, que antes de beber se deben imprecnar las copas con un chorrito del vino a tomar para que tome el sabor, que antes de tomar un trago largo debemos tomar uno pequeño y enjuagarnos la boca con el y luego puede escupirse o no, y por último, debemos ir tomando pequeños sorvitos, eso sí, a ser posible solo ya que la comida tapa el aroma y sabor del caldo. Y es cierto, no tiene nada que ver el primer sorvo con el cuarto.
Cuando salimos de la bodega ya era hora de comer, así que fuimos a la busca y captura de un restaurante. En principio valoramos la posibilidad de ir de pinchos, pero estaba todo a rebosar, así que por practicidad decidimos tomar uno y luego ir a buscar un menú. Fue casi misión imposible, y la verdad que se hizo esperar. Finalmente, gracias al enchufe de Serafín (el amigo de J.A.) conseguimos comer... no tan bien como los días anteriores, pero como dice el refrán, "al hambre no hay pan duro". Luego, fuimos a comprar unas botellitas de vino y a esperar el autobús.
De vuelta ya en Logroño, estuvimos dando vueltas acabando de visitar las 4 cosas que nos faltaban por ver, y refugiándonos en algunos baretos tomando algo calentito para resistir el frío. Por último, ya sobre las 21h fuimos a cenar al restaurante del primer día y luego al cine... (vimos "diario de una niñera) y entre una cosa y otra ya era la una de la madrugada!!!! Fuimos a recoger las mochilas y un taxi nos llevó hasta la estación, donde el bar estaba abierto y nos quedamos casi hasta la hora en que salió el tren.
Por fortuna a la vuelta no tuvimos ninguna sorpresa con el duplicado de billetes, así que nos instalamos en el compartimento y más o menos dormir hasta la hora de llegada. Tampoco hubo retrasos, así que nada... a las 11 de la mañana del domingo llegamos a Sants y nos fuimos a desayunar.
Yo personalmente me lo he pasado en grande.... momentos de nervios y estreses ha habido, cierto... pero creo que los menos. Para mí la parte más negativa fue la bajada del tren en Sants donde Selva casi se vuelve a caer a la vía, pero incluso eso, quedó en un susto.
Desde aquí quería darles las gracias a mis cinco compis de viaje por esos días tan entrañables, y quería decirles:
"la plaza la oca se tiene que ver, se tiene que ver, se tiene que ver"
1 comentario:
Hola!
Me alegro muchísimo de que te haya gustado tanto Logroño!
Eeeh, esos pinchos, ¡los mejores de España! jaja, ya veo que no os privais a la hora de comer bien eeh! jaja.
Muy bien por aver ido a la Guardia y al museo, ¡os han dicho lo mismo en la Oficina de turismo que lo que yo os dije! jaja.
Ya me han dicho que Logroño está en obras por una calle principal ¡la que cojo para ir con Keops a todos laos!
Pues la semana que viene voy a Logroño, tengo ya muchísimas ganas, dos meses voy a estar en mi queridísima Logroño, luego vuelvo a Suecia otra vez hasta junio.
Bueno, un besazo y saludos a todos!
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