Como entre pitos y flautas llegamos a la pensión a las tres y algo de la madrugada, la verdad que el jueves nos lo tomamos con calma. Tras desayunar en la habitación (nos había quedado embutido del viaje), le preguntamos a la recepcionista cuatro nociones básicas de qué ver y dónde encontrar una oficina de turismo para que nos dieran algo de información. Así que una vez tuvimos las ideas un poco claras, salimos a la calle....
Ni que decir tiene que Logroño es una ciudad preciosa. Nuestra pensión estaba en el centro de la ciudad, con calles peatonales y muy cerca de todo, (sobre todo de la calle Laurel, punto clave), así qque llegar a la oficina de turismo no nos resultó muy complicado. Al ser fiesta, había muchas cosas cerradas, aunque siempre se encuentra un bar donde tomar un café con leche calentito para recuperarte del frío. Después de recuperar fuerzas, nos fuimos a ver donde estaba la Estación de autobuses a la que teníamos que ir el día siguiente a las siete de la mañana para irnos a Briones a visitar el museo de la Cultura del vino. La encontramos sin problemas y a la vuelta hicimos una prueba piloto de lo que podía durar el trayecto para así hacernos una idea del tiempo que íbamos a necesitar para llegar al día siguiente. Tardamos unos 20 minutos en volver a la pensión, y después, nos fuimos a comerrr. El primer contacto con la gastronomía riojana fue en un restaurante muy cerca de la pensión. El "Casa Taza" de comida casera: patatas a la riojana, caparrones, alcachofas con jamón, sopa de pescado, sopa de cocido, etc, chuletas de cordero a la plancha de leña, pimientos rellenos, cordero asado, etc, leche frita, flan, etc... vino tinto agua.... ¡la verdad que nos pusimos hasta las orejas!
Por la tarde seguimos con la visita turística. Visitamos el Ebro y un gran parque que tiene a su orilla. Estuvimos en el Museo de la Ciencia jugando con unos instrumentos musicales que tenían en el exterior. ¡Fue super divertido! Selva se hartó de correr y nosotros conseguimos bajar un poco la comida.
a media tarde regresamos a "casa", descansamos un ratín y para cenar decidimos adentrarnos en la calle Laurel. Los pinchos im-presionantes.... el de champis, el de pollo al limón, los tigres (mejillones rellenos de marisco y rebozados), los pulpitos, todo eso acompañado por chatos de vino, refrescos o mosto....
La gente encantadora..... explicándonos las especialidades de cada bar, dejándonos pasar sin ponerse en medio ni arrollarnos por la calle.....
Así que nada... una vez llena la barriga nos fuimos a dormir, que al día siguiente había que madrugar....
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